jueves, 7 de diciembre de 2006

Pobreza e Identidad

POBREZA E IDENTIDAD: Antecedentes para dilucidar su relación.

Francisco J. Cabellos M.(1)
Pamela A. Luna B. (2)

La condición de desarrollo con la que se caracteriza el estado de progreso de las naciones, y ahora regiones y espacios locales, ha estado fuertemente asociado a la magnitud y cualidad del estado de pobreza de las comunidades que componen dichas distinciones territoriales. Tal como señala Casado (1971), si bien “...en las sociedades antiguas, la pobreza se revelaba como una situación de penuria extrema, exigente de ayuda para ser compatible con la mera supervivencia; en las sociedades modernas, en cambio, la pobreza es la sombra de la riqueza, y en la actualidad viene a ser algo así como el negativo del desarrollo” (pp. 7). En este sentido, uno de los grandes desafíos de incrementar los niveles de desarrollo es superar toda condición de pobreza, incluso hasta eliminarla, esto especialmente en el contexto latinoamericano(3).

Si bien la definición del concepto Pobreza posee una historia tan extensa(4) como la del concepto Desarrollo, cuando se ha asociado a este último ha tenido la connotación de restricciones en el acceso de sectores de la población a aspectos materiales implicados en la mantención de niveles de vida establecidos econométricamente como mínimos para una óptima integración de las personas al sistema social, cultural y productivo(5). Un efecto de la tradición señalada aparece representado, en el caso nacional, por la estructura de los instrumentos utilizados para medir pobreza(6), los que evalúan el acceso de familias e individuos a condiciones materiales definiendo estándares que distinguen la pobreza como aquel estado de acceso a bienes materiales bajo una línea definida(7).

Si bien esta concepción de pobreza ha cohabitado con otras de tipo cultural, sociológica o psicosocial, se ha tornado dominante en la comprensión, análisis e intervención de la pobreza como fenómeno objeto de política social. Esto ha significado la implementación de estrategias macro orientadas por políticas redistributivas basadas en la fijación de precios y subsidios generales (Raczynski, 1995). Sin embargo, en el caso nacional, a pesar de haberse hecho un lugar común “... anunciar el definitivo ingreso de Chile al selecto grupo de naciones de desarrollo tardío...una nota disonante empieza a empañar tan generalizado optimismo: las estadísticas de reducción de la pobreza distan de ser satisfactorias...” (Pardo, 1997, pp), a pesar de las estrategias implementadas en base al modelo indicado. Más aún, si se considera lo descrito por Maira (1995) y se reconoce el hecho que “el año 1960 América Latina tenía 114 millones de pobres, el año 1980 tenía 130 millones de pobres, el año 1990 tenía 190 millones de pobres” (pp.21), parece haber muestras sustantivas de la limitación que las estrategias orientadas a integrar crecimiento económico y política social experimentan para superar la pobreza(8), ya que no han podido reconocer la presencia de otro tipo de factores que han demostrado hacer efectiva una política de superación de la pobreza.

Estos nuevos aspectos, si bien siempre fueron avistados por los modelos(9) que cohabitaron bajo el predominio del de Línea de Pobreza y los Métodos del Ingreso, emergen como indispensables para la comprensión del fenómeno de la pobreza en el contexto de las severas transformaciones del orden político y económico producido durante la segunda mitad del siglo veinte. A este respecto Maira ( ) señala: “...tenemos un continente que [si bien] nunca fue el centro del mundo, que pertenecía más bien a la periferia de la humanidad, hoy está bombardeado simultáneamente por el impacto de dos fenómenos: una reorganización internacional que modifica de modo dramático e imprevisible el orden mundial, cuyo hito simbólico fue el fin de los antiguos socialismos reales de Europa del Este, la caída del muro de Berlín y el paso a un mundo no ideológico bien llamado de post guerra fría. Y también repercusiones que en nuestros países y en nuestras vidas tiene el cambio de las condiciones de producción, la cadena de modificaciones científico tecnológicas que hacen que la forma de producir sea distinta, que haya nuevos sectores líderes en la economía como la microelectrónica, las biotecnologías y la industria de nuevos materiales, que pasan a conducir el proceso productivo, la expansión gigantesca de los servicios, la reducción del tamaño de las unidades productivas, el aumento del valor de la información y una globalización económica que hace del mundo un solo mundo” (pp. 12).

Este nuevo orden global ha traído al ámbito de lo social y cultural, en forma paradojal, una simultánea fragmentación de las identidades colectivas y los vínculos de pertenencia, implicando con ello, tal como argumenta Garcia Canclini (1995), una traslación del eje de integración social desde el dominio político al dominio del mercado. “Nos hemos alejado de la época en que las identidades se definían por esencias ahistóricas: ahora se configuran más bien en el consumo, dependen de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse” (pp. 14). Si esto se comprende en el escenario antes descrito por Maira, considerando especialmente la facilitación de las comunicaciones que ha generado el avance de las tecnologías de comunicación e información, los objetos sociales perderían la relación de fidelidad con los territorios originarios. La cultura se transforma en un proceso de ensamblado multinacional, una articulación flexible de partes, un montaje de rasgos que cualquier ciudadano de cualquier país, religión o ideología puede leer y usar (Garcia Canclini, 1995).

A esta serie de cambios no resulta ajeno el fenómeno de la pobreza tanto en lo que se refiere a la perspectiva de su análisis e intervención, como en lo que se refiere a su dinámica social, económica y cultural. En cuanto a esto, Raczynski (1995) plantea el hecho de que “las características de los pobres son distintas de las de hace veinte años. La pobreza es cada ves más urbana. La calidad de vida de los pobres ha mejorado si se toma en cuenta los indicadores de las expectativas demográficas de vida, de alfabetismo y nivel de escolaridad, de acceso a servicios de salud, agua, alcantarillado y electricidad. En muchos países la pobreza se ha tornado más heterogénea. Los pobres tienen inserciones variadas en la fuerza laboral y en los países con tradición de política social se han visto parcial y desigualmente beneficiados por la acción del estado. Algunos han logrado acceso a los beneficios de la previsión social, otros a los beneficios de la vivienda, de educación o salud. Algunos han experimentado movilidad social, y otros internalizaron expectativas de movilidad social para sus hijos...[Además] se observa un marcado incremento del sector informal urbano, y a los pobres se suman los estratos medios y medios bajos empobrecidos, llamados nuevos pobres. Al mismo tiempo, se observan modificaciones en el tamaño y la composición de las familias pobres y no pobres...También han ocurrido cambios en el contexto comunitario en el cual viven los pobres. Se observa una multiplicidad de organizaciones sociales de carácter territorial y de agentes o instituciones que los respaldan...Por otra parte, en las grandes ciudades los pobres viven en una situación de creciente segregación social” (pp. 13-14). Estas transformaciones relativas tanto al contexto del fenómeno de la pobreza como al fenómeno mismo permiten comprender el agotamiento que los modelos de comprensión econométrica de la pobreza, basados en el método del ingreso, y las estrategias de integración de crecimiento económico y política social, han manifestado.

La limitación de los modelos dominantes ha tendido a superarse en la medida que se han considerado nuevas formas de entender la pobreza como elemento que, si bien resulta relativo a condiciones materiales de vida, encuentra fuerte comprensión en el posicionamiento de esas condiciones dentro del contexto de un sistema complejo de relaciones con otros aspectos como acceso a “calidad” en los servicios y participación ciudadana. Esto es lo que reconoce, en el caso chileno, la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza, entidad que en el abordaje del fenómeno de la pobreza complementa la revisión de las dimensiones económicas con las de tipo social y psicológico(10), y que implícitamente, tiempo antes, reconocía la política de focalización de la pobreza y los programas del Fondo Nacional de Inversión Social(11), aun cuando hubiera sido desde una perspectiva parcial dado su fuerte orientación vertical(12).

Referentes significativos de este tipo de iniciativas son las proposiciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) expresadas en el modelo de Transformación Productiva con Equidad (TPE), y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), expresadas en el modelo de Desarrollo Humano y su índice, ambos referentes que consideran las transformaciones de fin de siglo a las que los modelos tradicionales no son sensible. Para la CEPAL, y el modelo TPE, el reconocimiento de la educación como componente esencial y “la incorporación y difusión deliberada y sistemática del progreso técnico constituye un pivote de la transformación productiva y de su compatibilización con la democratización política y una creciente equidad social” (CEPAL, 1992, pp. 15). En este sentido, la formación de recursos humanos permitiría la consolidación de una estructura de crecimiento económico sustentable y la posibilidad de permitir a la población acceder al conocimiento y uso de las nuevas herramientas de integración y, por lo tanto, contribuir de manera sustantiva a la superación de la pobreza. La estrategia tiene por objetivo contribuir a crear, en el decenio próximo, ciertas condiciones educacionales, de capacitación y de incorporación del progreso científico tecnológico que hagan posible la transformación de las estructuras productivas de la región en un marco de progresiva equidad social (CEPAL, 1992). Este énfasis en la formulación de estrategias de desarrollo trasunta una comprensión sistémica de la pobreza y asigna al conocimiento, nuevo elemento de intercambio en la sociedad global, una posición prevalente al momento de entender la pobreza, en este caso como limitación para acceder a las herramientas que permitan utilizar y generar información y conocimiento.

Por otra parte, el IDH(13) del PNUD también aporta directrices en el sentido de comprender el desarrollo, y por tanto el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas y la superación de la pobreza, como una cuestión compleja que no sólo involucra aspectos de tipo económico o de subsistencia básica. Se sostiene que “la verdadera riqueza de una nación esta en su gente. El objetivo básico del desarrollo es crear un ambiente propicio para que los seres humanos disfruten de una vida prolongada, saludable y creativa...El desarrollo es el proceso de ampliar las opciones de las personas” (PNUD, 1995, pp. 133). A este propósito el ingreso es sólo un medio y no un fín. Lo relevante es el hecho de que el bienestar de una sociedad depende del uso que se le de al ingreso, no del nivel de ingreso mismo. Este modelo, tal como indica Parker (1997), se contrapone tanto a las mediciones del crecimiento, como al enfoque de bienestar en términos de consumo de bienes ya que se vincula a las potencialidades del ser humano, más que a la simple satisfacción de necesidades. En efecto, todo proceso de desarrollo supone el reconocimiento de las potencialidades iniciales , el despliegue de energías y el incremento de la vida (Parker, 1997). Para el PNUD el desarrollo debe conjugar los componentes Productividad, Equidad, Sustentabilidad y Potenciación y la medición de éste debe hacerse considerando, dentro de otros aspectos, calidad de vida y nivel de conocimientos.

Esta nueva orientación en la comprensión de la pobreza, multidimensional, si bien ha sido introducida en los modelos nacionales de análisis e intervención del fenómeno de la pobreza, como se señaló en una nota anterior, lo han hecho de manera parcial dado su proposición “desde arriba”. Si se considera el escenario descrito por Garcia Canclini (1995), debe concordarse en el hecho que si se examina “...lo que la globalización, el mercado y el consumo tienen de cultura, nada de esto existe, o se transforma, sino porque los hombres nos relacionamos y construimos significados en sociedad. Aunque parezca trivial evocar este principio, demasiado a menudo, por los problemas del consumo y el mercado, se plantean sólo como asuntos de eficiencia comercial, y la globalización como la manera de llegar más rápido a más gente” (pp.19). Este proceso de construcción de significado ocurre en los sectores pobres, por lo tanto también debe darse “...valoración teórica a estos circuitos populares como foros donde se desarrollan redes de intercambio de información y aprendizaje de la ciudadanía en relación con el consumo de los medios masivos contemporáneos, más allá de la ideologización fácil del populismo político y comunicacional” (pp. 22). En este sentido, una comprensión real de la multideterminación de la pobreza implica una visualización “desde abajo”, es decir desde los actores, atendiendo especialmente a los procesos mediante los cuales los sujetos y grupos adscritos a esta condición significan y resignifican, en procesos de interacción permanente, todos los factores incluidos en la generación de una situación de subdesarrollo o pobreza planteados por el modelo de la CEPAL, el PNUD y los de la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza y el FOSIS.

Sin una comprensión de cómo los distintos aspecto de ingreso, acceso a servicios, participación, conocimiento, calidad de vida, etc. son integrados en la construcción de significados por parte de los mismos actores, tanto el análisis del fenómeno de la pobreza como sus perspectivas de intervención seguirán mostrando las limitaciones indicadas. Se sostiene, entonces, que una efectiva materialización de los principios subyacentes a modelos de comprensión compleja de la pobreza como los señalados, y de sus logros, depende de una interfase que permita introducirse en la pobreza desde los actores. Esta interfase estaría constituía por el constructo Identidad colectiva presentado por Mellucci (1994) y Revilla (1994).

Si se considera el contexto propuesto por García Canclini (1995), la aparición súbita de los medios electrónicos y expansión acelerada de las tecnologías audiovisuales de comunicación “...pone en evidencia una reestructuración general de las articulaciones entre lo público y lo privado que se aprecia también en el reordenamiento de la vida urbana, la declinación de las naciones como entidades contenedoras de lo social y la reorganización de los actores políticos tradicionales”(pp.24). Esta situación obliga a una reconsideración de los conceptos de Identidad tradicionales, tarea que asume de forma satisfactoria tanto Melucci como Revilla al considerar este constructo como un proceso constructivo más que como una estructura estable, derivada de factores estructurales o, en el otro polo, de cualidades propias de grupos de individuos, locus tradicionales de definición de la Identidad. El concepto de Identidad al que se refiere en este trabajo se reconoce como un factor de tipo intermedio en tanto resulta de la relación dialéctica entre determinantes estructurales y las posibilidades individuales, integrando con ello aspectos tanto económicos, como sociales, culturales y psicológicos.

Esta idea de Identidad se compadece con la reelaboración de lo propio generada por el predominio de los bienes y mensajes procedentes de una economía y una cultura globalizadas sobre los generados en la ciudad y la nación a las que se pertenece. Asimismo, esta abierta a reconocer la redefinición del sentido de pertenencia organizado cada vez menos por lealtades locales o nacionales y más por la participación en comunidades transnacionales o desterritorializadas de consumidores, como plantearía García Canclini (1995). Para este autor el proceso de globalización “...puede resumirse como el pasaje de las identidades modernas a otras que podríamos nombrar, aunque el término sea cada ves más incomodo, como posmodernas. Las identidades modernas eran territoriales y casi siempre monolingüísticas...en cambio, las identidades posmodernas son transterritoriales y multilingüísticas. Se estructuran menos desde la lógica de los estados que de los mercados; en vez de basarse en las comunicaciones orales y escritas que cubrían espacios personalizados y se efectuaban a través de interacciones próximas, operan mediante la producción industrial de cultura, su comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de los bienes. La clásica definición socioespacial de identidad, referida a un territorio particular, necesita complementarse con una definición sociocomunicacional”(pp.30-31). Tal reformulación debe significar que el análisis de las identidades, además de ocuparse del patrimonio histórico, debe considerar los escenarios informacionales y comunicacionales donde se configuran y renuevan continuamente las identidades, condición a la que es sensible el modelo de identidad colectiva propuesto.

Revilla (1994) plantea que para reconocer una representación vinculada al entorno social es necesario referirse a un proceso de identificación en el cual se articula una perspectiva o proyección social que da sentido a las preferencia y expectativas tanto individuales como colectivas. En la conformación de una auto referencia se coincide desde el nivel individual hasta el colectivo, como agregación de lo individual, específicamente en la expresión de esta auto referencia en libretos de acción que constituyen las formas de articulación de las personas con los otros y la sociedad.

La explicación de una estructura de sentido compartido, explica Revilla (1995), se construye a partir de “...la existencia de un interés común y de las expectativas de desarrollo de ese interés [cuestión que hace] referencia a un proceso de identificación: los individuos construyen sus objetivos, hacen elecciones y toman decisiones de acuerdo con la percepción de su ambiente y las expectativas socialmente construidas” (pp. 191). Citando a Melucci (1989), indica que “sólo si los actores individuales pueden conocer su coherencia y continuidad como actores serán capaces de escribir su propio guión de la realidad social y comparar expectativas y resultados” (pp. 32). Más aún, tal como lo señala el aporte de Pizzorno, citado por Revilla (1995), el asegurar un círculo de reconocimiento con el que inscribir las preferencias y la acción propia y el pertenecer a una identidad colectiva refuerza la propia identidad personal. “La identidad colectiva a la que pertenezco ofrece un apellido a los individuos que forman parte de ella, contribuye a la constitución de la identidad individual. Al constituir una identidad colectiva disminuyo la incertidumbre valorativa sobre mi propio yo futuro, atribuyo a mi orden de preferencias actual una cierta continuidad y adquiero capacidad para predecir mis preferencias y expectativas futuras...[la] identidad colectiva es sinónimo de continuidad individual y de previsibilidad de preferencias: a través del apellido relevante con el que me presento (identidad colectiva), preveo cierta estabilidad para los valores con los que actúo” (pp. 192-193).

La identidad colectiva y los procesos de identificación se refieren a una dinámica de proyección, individual y colectiva, del presente hacia el futuro. Específicamente, en la definición de Melucci (1989) se entiende la identidad colectiva como una definición compartida e interactiva, y producida por individuos en interacción, concerniente a las orientaciones de su acción, así como el campo de oportunidades y restricciones en el que tiene lugar su acción. Esta definición de identidad resulta compatibles con el escenario señalado antes por Maira y Garcia Canclini.

Esta noción reconoce, además, que en sociedades con alta densidad de información, la identidad que se produce individual y colectivamente se enfrenta a la incertidumbre provocada por el constante influjo de información y por la pertenencia de los individuos a una multiplicidad de sistemas y a distintos ámbitos espaciales y temporales de referencia. Lo que podría llamarse exceso de información provoca una dificultad en el proceso de construcción de las orientaciones y en la determinación de las oportunidades de la propia acción; en definitiva provoca una perdida del sentido de la acción.

En términos específicos, la identidad colectiva como proceso enlaza tres dimensiones: formulación de las estructuras cognitivas relativas a fines, medios y ámbito de acción; activación de relaciones entre los actores, los que interactúan, se comunican, negocian y toman decisiones; e inversión emocional que permite a los individuos reconocerse. Estas dimensiones son las que se estructuran de manera diversa y son a partir de las cuales el constructo identidad colectiva resulta sensible como interfase para verificar desde los actores las diferentes manifestaciones tanto económicas, como psicosociales y culturales, que puede adquirir la pobreza en el contexto transnacional.

Incorporar el concepto de identidad colectiva como elemento de nivel intermedio, procesual - construido desde los actores incorporando elementos psicosociológicos y culturales - al debate de la pobreza, como alternativa a la comprensiones derivadas de los métodos de ingreso, permite plantear el problema de si efectivamente las distinciones tradicionales de pobreza son reconocibles como criterios de definición de pobreza por los mismos actores o esta condición deriva más bien de formas particulares de construcción de una identidad que los hace diferentes de los demás grupos sociales distinguidos econométricamente como no pobres. ¿Existe continuidad entre la ubicación de las personas con respecto a la línea de la pobreza y la construcción de identidades coherentes con las diferencias introducidas por la línea o más bien la nominación de pobres que realizan los propios actores se asocia más a procesos particulares de construcción de identidad que a características específicas en el dominio de lo económico? es la pregunta que busca ser resuelta en el marco de una investigación cualitativa, de nivel descriptivo y tipo exploratorio, a desarrollar con tres grupos de adultos jóvenes(14) del sector poblacional de Santa Rosa, en la ciudad de Temuco. El objetivo es comparar los procesos de construcción de identidad de grupos económicamente ubicados bajo la línea de pobreza, con los de grupos ubicados sobre la línea de la pobreza y con los de grupos en transición, últimos que serán identificados de acuerdo a su participación en programas específicos de superación de la pobreza desarrollados por FOSIS(15) en el sector señalado.

Constatar como se comportan los procesos de construcción de la realidad desde los pobres con relación a las modificaciones que desde el estado se han promovido para aumentar las posibilidades de incrementar ingreso y acceso a servicios resulta relevante como mecanismo de evaluación de la política desarrollada para superar la pobreza, así como también para monitorear los cambios que en el contexto global experimenta el fenómeno de la pobreza e integrar estos en el diseño de la política futura. Esto se hace aun más indispensable si se considera que sectores de la sociedad nacional han mantenido los índices de pobreza(16) a pesar de los altos rendimientos macroeconómicos y estándares de crecimiento reconocidos internacionalmente.

(1) Lic. en Psicología, Mg(c) Desarrollo Regional y Local. Jefe de Proyectos AXXIONA Desarrollo Humano.
(2) Lic. en Psicología, Mg(c) Desarrollo Regional y Local. Jefe de Operaciones AXXIONA Desarrollo Humano.
(3) “La superación de la pobreza constituye uno de los grandes desafíos que enfrenta la región. El logro de esta meta es fundamental por razones éticas y para la estabilidad económica, social y política de los países” (Raczynski, D., 1995, pp. 11).
(4) En la obra de Demetrio Casado (1971), “Introducción a la Sociología de la Pobreza”, se ofrece una relación detallada de las distintas nociones que de pobreza se han utilizado desde la época renacentista, pasando por la revolución industrial, hasta la sociedad contemporánea.
(5) Este enfoque se asienta en el uso del Método del Ingreso para medir pobreza (Venegas, S. y E. Cortés, 1996). Este método es el que distingue a la población pobre según se ubique bajo una línea determinada en cuanto perfil de acceso a consumo básico. En este sentido, el enfoque indicado considera solo los aspectos económicos asociados a los requerimientos biofisiológicos básicos para la sobrevivencia de los miembros de familias o comunidades (Casado, 1971).
(6) Encuesta CASEN, especialmente.
(7) Con respecto a este enfoque se sostiene una tensión entre quienes, como señalan Venegas y Cortés (1996), definen umbrales absolutos respecto de niveles de ingreso u otros satisfactores, como acceso a vivienda, educación, etc., orientándose a comparar la situación de cada hogar en relación a los niveles considerados como mínimos para asegurar la satisfacción de las necesidades básicas, y quienes abordan el tema de la pobreza a partir de los niveles de satisfacción de necesidades de una sociedad dada, definiendo los límites de la situación de pobreza en base a alguna relación con los ingresos promedios de la sociedad. Si bien estos dos enfoque mantienen el modelo de comprensión econométrica de la pobreza, el segundo incorpora la noción de equidad como elemento determinante, con lo que incide en el desarrollo de grados más complejos de comprensión de las situación de pobreza y supera el horizonte de definición determinado por la sola consideración de las condiciones económicas necesarias para la satisfacción de los requerimientos biofisiológicos básicos.
(8) A pesar del mejoramiento que se observa en los indicadores de desarrollo humano, la pobreza continua siendo un problema agudo en América Latina. En la mayorías de los países la pobreza de los hogares, cuantificada por el método de la línea de la pobreza, aumentó en los años ochentas. (Raczyinski, 1995).
(9) En el caso de teorías culturalistas como la de O. Lewis se entiende a la pobreza como un conjunto de libretos conductuales e interaccionales que caracterizan a los sectores pobres de los demás sectores de la sociedad, siendo estos aspectos objetivo de intervención en un política de superación de la pobreza. Dentro del mismo tipo de teorías Morandé plantea la existencia de una cultura particular en los sectores populares (pobres) pero señala para los libretos característicos de estos sectores elementos de identidad que constituyen los instrumentos por los cuales pueden reivindicarse condiciones de exclusión y pobreza (Salas, 1997). En el caso de teorías sociológicas, el tema de la pobreza aparece comprensible desde procesos de marginación (marginalidad), como en los modelos sustentados en las ideas de Germani, o de procesos de exclusión, como en los modelos sistémicos derivados de los postulados de Luhmann. En el caso de teorías psicosociales, el tema de la pobreza se comprende desde patrones de funcionamiento personal y de relaciones con el entorno producidos en forma características por situaciones de precariedad y que se expresan en tipologías de carácter que limitan las expectativas de progreso de los sectores pobres (Perez Luco, Zambrano y Alarcón, 1995).
(10) Esta orientación se expresa en “Potencialidades y Oportunidades: un enfoque global de la pobreza y su medición”, Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza y Universidad de Chile, 1999. Este texto constituye el informe de un proceso de medición de la pobreza que integra la apreciación de grados de exclusión y participación de redes sociales, así como de cualidades individuales de tipo cognitivo, afectivo y social.
(11) Su misión es financiar, en forma total o parcial, planes, programas, proyectos y actividades de desarrollo social destinados a superar la pobreza. Han definidos ámbitos de acción diferentes, los que han modificado en base la evaluación de los programas y proyectos, habiendo sido relevante el abordaje de la superación de la pobreza en consideración de distinciones como Microempresa, Campesinos y pueblos indígenas, Jóvenes, Localidades pobres y actualmente tercera edad, cuestión que expresa un modo de comprensión mas complejo de la dinámica que adquiere el fenómeno de la pobreza en el nuevo contexto global. Un ejemplo de esto se expresa en la declaración de objetivos para el Programa Local de Desarrollo Juvenil: aportar al surgimiento de capacidades juveniles, al desarrollo de sus iniciativas y al cambio de la relación que la comunidad y las instituciones locales establecen con los jóvenes de sectores populares (PLDJ, 1º licitación). Esto es una manifestación expresa de la centralidad de aspectos que superan la visión de los modelos de ingreso.
(12) Con esto se quiere connotar el sentido de “desde arriba” que tienen las políticas de superación de la pobreza del FOSIS, que si bien reconocen el hecho que la pobreza no solo es relativa a aspectos de tipo económicos, no integra la visión desde los actores, factor axial en la comprensión real del fenómeno de la pobreza y su intervención.
(13) Medida mínima, ilustrativa de la capacidad de la gente para lograr vidas largas y sanas; comunicarse y participar en las actividades de la comunidad, contar con recursos suficientes para conseguir un nivel de vida razonable (PNUD, 1993; en Parker,1995)
(14) Se ha elegido este segmento por su clara implicación en procesos de construcción de identidad y por poseer condiciones historiográficas vinculadas a las transformaciones de mitad del siglo XX.
(15) Se privilegia el programa Chile Barrio dado su orientación integral y territorial hacia el abordaje de la pobreza.
(16) El caso de la novena región es el de una de las más pobres del país. En ella, territorios como el de Santa Rosa de la ciudad de Temuco mantiene porcentajes cercanos al 30% de pobreza (CASEN,1998, Municipalidad de Temuco).
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