viernes, 8 de diciembre de 2006

Nociones sobre Identidad

Identidad colectiva. Modelos y evolución
Francisco J. Cabellos M.(1)
Pamela A. Luna B.(2)

La noción de identidad colectiva (o social), según Neira (1998), citando a Goffman, representa la categoría de personas que somos y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas categorías. Por tanto la identidad social se ve construida por valores que subyacen a una forma de vida mediante su incorporación constitutiva en nuestra identidad y en el marco público de orientación y valoración, es decir, lo que diferencia del resto y cobra con ellos significancia.

Teniendo lo anterior como punto de partida, y siguiendo a Brunner, citado por Neira (1998), cabe señalar las maneras más comunes de hablar la identidad en América Latina. En primer lugar, se ha definido identidad como origen. La pregunta acerca de donde venimos es central y consagra prácticas discursivas que recortan la realidad que así se desea especificar, contra el fondo del drama histórico por medio del cual hombres y pueblos se apropian de la naturaleza y la dotan de un sentido peculiar, creando un mundo de vida, una cultura. Dicho recorte no es , por cierto, geográfico en primer lugar; pero en él la geografía juega un papel esencial como escena de la identidad. Tampoco se trata sólo de hablar de una identidad localizada sino, ante todo, de resaltar un lugar de origen, inicio del periplo identificatorio y de dotar al tiempo de un espacio poblado por figuras de identidad. Así, la identidad como origen cuenta la fábula, es decir, crea la realidad de una América que necesita ser nombrada, y es, por lo mismo, un hablar que encuentra en la literatura su mejor expresión, que permite, desde la literatura, hablar de nosotros mismos frente a la comunidad de los que nos leen.

En segundo lugar, la noción de identidad como evolución nos ofrece una idea de nosotros mismos desplegada en la cultura; como tal, ha sido especialidad preferentemente de filósofos, ensayistas e historiadores que nos ofrecen sus interpretaciones en el espejeante mundo de las interpretaciones precedentes, cada una de las cuales descifra las claves de nuestra posible identidad. Así, dentro del mundo cultural occidental se resaltan los aportes de los componentes indígena, español y negro y de los demás grupos y etnias que confluyen en la formación histórica de la cultura latinoamericana, en busca de la posibilidad o existencia de una cultura originalmente latinoamericana. Este discurso busca lo que está enmascarado y ha sido distorsionado por la historia; sobre todo por las dominaciones y exclusiones que ella impone a nivel de las estructuras de la sociedad. Justo en este punto, la interpretación de nuestra identidad nacida de la historia de las ideas y de la filosofía de la historia se conecta con la siguiente manera de hablar de nuestra identidad.

En un sentido distinto, hablar de identidad como crisis - más bien de su falta, su ausencia o confusión - es utilizada para mostrar una región en formación o más frecuentemente para fundar un discurso crítico frente a las alienaciones y subordinaciones impuestas por las relaciones de colonialismo, dependencia y penetración foránea. Esta interpretación de la identidad surge desde las ciencias sociales latinoamericanas, que interpretaron la identidad a partir del fracaso, la debilidad y la impotencia. Mientras la identidad como origen da lugar a una épica y la identidad pensada como evolución histórica refleja una búsqueda, la crisis de identidad diagnostica un callejón sin salida o una alternativa drástica entre decadencia o revolución, así la identidad como crisis fragmenta, superpone y hace chocar sus elementos constitutivos; donde se quiere ser como otros para ser sí mismos. Algunos planteamientos llegan a suponer la existencia de una identidad ausente, distorsionada y dominada por la cultura hegemónica, que reflejaría la erosión de las culturas populares. En definitiva, la identidad como lo que no fue ni es y tiene que llegar a ser, negando para tal efecto aquello que es, pero que existe bajo una forma distorsionada por la dependencia y la dominación.

En conexión con las anteriores se habla de la identidad como proyecto, como manera de llegar a hacer presente lo que está por hacerse, sólo que esta vez, en términos propositivos. Se trata de una meta a alcanzar mediante específicas operaciones de constitución de una realidad (nacional o regional) en términos de sus propias potencialidades. Aquí la identidad es frontera, horizonte y en última instancia, utopía que se expresa en las preguntas ¿hacia donde queremos y debemos ir?. Así cada una de las posiciones anteriores convergen en la identidad buscada y deseada para América.

No obstante la amplitud de aspectos involucrados en las distintas orientaciones con que se enfoca el concepto de identidad, ninguno de ellos permite hablar de la identidad con relación a los procesos de modernización latinoamericana, ya que estos discursos han predeterminado las maneras de hablar de la identidad en el ámbito de la intelectualidad latinoamericana, y no nos permiten entrever el continente en que nos hemos transformado. Nuestra modernidad, desgarrada por sus propias lógicas de construcción, poder y diseminación, permanece así sin nombres y sin haber empezado a hablar todavía de sí misma como identidad. Por tanto, como lo señala Neira (1998), citando a Brunner, al parecer estamos asistiendo al final de esos discursos, ya que ellos pueden ser pronto sustituidos por otras maneras de hablar proporcionadas por los medios de comunicación, en particular por la televisión, por los múltiples otros lenguajes que se generan con la vida urbana, con los movimiento de mercado cultural y con las nuevas formas de inserción de los países en la economía mundial.

La posibilidad de construir los nuevos referentes a partir de los cuales se habla y se construye la identidad pasa por reconocer las transformaciones que los procesos de modernización y globalización provocan en los proceso de construcción de la identidad. Dentro de este contexto, la identidad ya no es vista como identidad latinoamericana o nacional, sino como una identidad regional o local o bien como una identidad étnica, ecológica, generacional, de género, etc.. Tal como lo indica Neira (1998), las identidades colectivas dejan entonces de ser puras expresiones de la cultura o meras estratagemas de la política para ser abordad como, siguiendo a Barbero, el producto de complejos sistemas de interpolaciones y reconocimientos a través de los cuales los agentes se inscriben, consensual o conflictivamente, en el orden de las transformaciones sociales.

En la actualidad los procesos de construcción de identidad se dan en un escenario de condiciones que consideran el hecho que lo que se produce en todo el mundo está aquí y es difícil saber que es lo propio. La internacionalización fue una apertura de las fronteras geográficas de cada sociedad para incorporar bienes materiales y simbólicos de las demás. La globalización supone una interacción funcional de actividades económicas y culturales dispersas, bienes y servicios generados por un sistema con muchos centros, en el que importa más la velocidad para recorrer el mundo que las posiciones geográficas desde las cuales se sitúa. Esto implica que los objetos pierden su relación de fidelidad con los territorios originarios. La cultura es un proceso de ensamblado multinacional, una articulación flexible de partes, un montaje de rasgos que cualquier ciudadano de cualquier país, religión o ideología puede leer y usar (Garcia Canclini, 1995). Es así como las manifestaciones culturales ha sido sometidas a valores que dinamizan el mercado y la moda y el consumo incesantemente renovado.

En un escenario como el descrito, una aproximación a la identidad debe comenzar desde el hacer, desde la experiencia; pensar la experiencia es el modo de acceder a lo que irrumpe en la historia con las masas y la técnica. No se puede entender lo que pasa culturalmente en las masas sin atender a su experiencia, pues, a diferencia de lo que pasa en la cultura, cuya clave está en la obra, para aquella otra definición de identidad está en la percepción y los usos. En otros términos, en la realización de experiencias que posibiliten generar una identidad cultural desde los usos que articulan memoria y experiencia y desde la posición relacional en cuanto relación histórica de diferencia y de conflicto, se encontraría el nuevo espacio de reconocimiento de la identidad (Neira, 1998).

Los diferentes grupos se identifican hoy en día por pertenecer a un espacio transterritorial y multilingüístico. Se estructuran menos desde la lógica de los estados que de los mercados; en ves de basarse en las comunicaciones orales y escritas que cubrían espacios personalizados y se efectuaban a través de interacciones próximas, operan mediante la producción industrial de cultura, su comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de los bienes. La clásica definición socioespacial de identidad, referido a un territorio particular, necesita complementarse con una definición sociocomunicacional (García Canclini, 1995).

La identidad pasa a ser concebida como el punto focal de un repertorio estallado de mini - roles más que como el núcleo de una hipotética interioridad contenida y definida por la familia, el barrio, la ciudad, la nación o cualquiera de esos encuadres declinantes.

Esto significa que los procesos de re articulación de lo propio y lo global (hibridación, en términos de García Canclini, o re apropiación, en términos de Barbero), es decir, los procesos mediante los cuales en las comunidades se producen los procesos de globalización y fragmentación, no constituyen una cuestión determinante en cuanto a la posibilidad de negarnos a nosotros mismos, más bien lo que hacemos es conjugar lo que ya tenemos con lo nuevo, pero no como mera mezcla, sino como una forma de darle un nuevo sentido a los usos y las prácticas que surgen en la cotidianeidad.

Lo que sucede es que esas hibridaciones y re apropiaciones, es decir el re conocimiento de lo propio, nos permitiría retomar la heterogeneidad y la diversidad que existe dentro de nuestra sociedad. Si tomamos esta diversidad, en la cercanía que tenemos con ésta, podría reducirse los impactos de los procesos de globalización y fragmentación. Esta nueva orientación permite la afirmación de una identidad que se fortalece y recrea en la comunicación - encuentro o conflicto - con él o lo otro.

Una operacionalización de esta nueva comprensión de identidad colectiva (social) se expresa en los trabajo desarrollados por lo teóricos de los nuevos movimientos sociales, que introducen los cambios en el orden global en sus formulaciones y permiten reconocer una definición de identidad compatible con el enfoque presentado.

Reconsiderando aspectos planteados en la introducción cabe destacar lo indicado por Revilla (1994) en cuanto a que para reconocer una representación vinculada al entorno social, y por tanto una manifestación de tipo identitaria, es necesario referirse a un proceso de identificación en el cual se articula una perspectiva o proyección social que da sentido a las preferencia y expectativas tanto individuales como colectivas. Reconoce que sólo en la conformación de una auto referencia se coincide desde el nivel individual hasta el colectivo, como agregación de lo individual, específicamente en la expresión de esta auto referencia en libretos de acción que constituyen las formas de articulación de las personas con los otros y la sociedad. La explicación de una estructura de sentido compartido, explica Revilla (1995), se construye a partir de “...la existencia de un interés común y de las expectativas de desarrollo de ese interés [cuestión que hace] referencia a un proceso de identificación: los individuos construyen sus objetivos, hacen elecciones y toman decisiones de acuerdo con la percepción de su ambiente y las expectativas socialmente construidas” (pp. 191). Citando a Melucci (1989), indica que “sólo si los actores individuales pueden conocer su coherencia y continuidad como actores serán capaces de escribir su propio guión de la realidad social y comparar expectativas y resultados” (pp. 32).

Esta autora plantea que “La identidad colectiva a la que pertenezco ofrece un apellido a los individuos que forman parte de ella, contribuyendo a la constitución de la identidad individual. Al constituir una identidad colectiva disminuyo la incertidumbre valorativa sobre mi propio yo futuro, atribuyo a mi orden de preferencias actual una cierta continuidad y adquiero capacidad para predecir mis preferencias y expectativas futuras...[la] identidad colectiva es sinónimo de continuidad individual y de previsibilidad de preferencias: a través del apellido relevante con el que me presento (identidad colectiva), preveo cierta estabilidad para los valores con los que actúo” (pp. 192-193).

Específicamente, en la definición de Melucci (1989) se entiende la identidad colectiva como una definición compartida e interactiva, producida por individuos en interacción, concerniente a las orientaciones de su acción, así como el campo de oportunidades y restricciones en el que tiene lugar su acción. En términos específicos, la identidad colectiva como proceso enlaza tres dimensiones: formulación de las estructuras cognitivas relativas a fines, medios y ámbito de acción; activación de relaciones entre los actores, los que interactúan, se comunican, negocian y toman decisiones; e inversión emocional que permite a los individuos reconocerse.
BIBLIOGRAFÍA
- Alarcón, P. ; Pérez-Luco, R. Y Zambrano, A. (1995): Documento de trabajo: Acercamiento Comprensivo a la realidad de los jóvenes que viven la Pobreza. Departamento de Psicología, Fundación de Desarrollo Educacional la Araucanía. Universidad de la Frontera, Temuco. Chile.
- Alvarado, M. (1994): Revista Chilena de Investigaciones, aisthesis 27, Estética e Identidad Cultural: Notas sobre el concepto de cultura popular: en torno a las formulaciones y a la unidad del concepto. Instituto de Estética, Facultad de Filosofía. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago. Chile.
- Casado, D. (1971 ): Introducción a la Sociología de la Pobreza. Fundación Foessa. Euroamérica S.A. Madrid. España.
- CEPAL y UNESCO. (1992): Educación y conocimiento: Eje de la transformación Productiva con Equidad.. Naciones Unidas. Santiago. Chile.
- CEPAL. (1996): Transformación Productiva Con Equidad. Naciones Unidas. Santiago. Chile.
- CIEPLAN, Banco Interamericano de Desarrollo, Red de Centros de Investigación Económica Aplicada (1995): Estrategias para combatir la pobreza en América latina: Programas, instituciones y Recursos. Dagmar Raczynski. Santiago. Chile.
- Comité Interministerial Social (1996): Cinco Impulsos para Superar la Pobreza: Metas y Tareas de Gobierno para 1996.
- Delgado, J. y Gutierrez, J (1994): Métodos y Técnicas Cualitativas de Investigación en Ciencias Sociales. Síntesis S.A. Madrid. España.
- Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza ( ): Propuestas para la Futura Política Social.
- Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza. Serie de Documentos Número 3 (1999): Potencialidades y Oportunidades: Un Enfoque Global de la Pobreza y su Medición.
- García, N. (1995): Consumidores y Ciudadanos: Conflictos Multiculturales de la Globalización. Grijalbo. México.
- Informe del Consejo Nacional para la Superación de la Pobreza (1996): La Pobreza en Chile: Un Desafío de Equidad e Integración Social. Despertar. Santiago. Chile.
- Lewis, O. (1990): Antropología de la Pobreza: Cinco Familias. Fondo de Cultura Económica: México.
- Maira, L. ( ): Superando la Pobreza, Construyendo la Equidad. Ministerio de Planificación y Cooperación. Santiago. Chile.
- Maira, L. ( ): Minuta para el Debate sobre Pobreza y Equidad .- Melucci, A. (1994): Zona Abierta 69: Asumir un Compromiso: Identidad y Movilización en los Movimientos Sociales.
- MIDEPLAN (1999): Pobreza y Distribución del Ingreso en Chile 1998: Resultados de la VII Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. CASEN 1998.- MIDEPLAN ( ): Compendio de Estadísticas Regionales.
- Neira, V. (1998): Rap y Rock: Una aproximación a la conformación de la Identidad Juvenil en torno a los Estilos Musicales. Tesis para al título de Sociólogo y al grado de Licenciado en Sociología. Universidad de la Frontera.
- Pardo, M. (1997): Hacia una Caracterización Cultural de la Pobreza: Principios estructurantes de la socialización primaria en sectores pobres. CEANIM (Centro de Estudios y Atención del Niño y la Mujer. M.A.K. Consultora S.A. Santiago. Chile.
- Parker, C. (1997): Desarrollo Humano, Cultura y Educación: ¿Nuevo Paradigma del Desarrollo? Texto auxiliar para la Cátedra “Sociología del Desarrollo”. Maestría en Ciencias Sociales. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
- P.N.U.D. (1995) Informe sobre Desarrollo Humano. México.
- Revilla, M. (1994): Zona Abierta 69: El Concepto de Movimiento Social: Acción, Identidad y Sentido.
- Venegas, S. Y Cortés E. (1996): Pobreza Absoluta y relativa en las Regiones de Chile: Aportes para una Discusión Vigente. Departamento de Planificación y Cooperación. Santiago. Chile.

No hay comentarios: