domingo, 17 de diciembre de 2006

La nueva Pobreza

LA POBREZA DE LOS MODERNOS
TEMAS SOCIALES 3, MARZO 1995 - Boletín del Programa de Pobreza y Políticas Sociales de SUR

José Bengoa

La pobreza parece acompañar a la modernidad. Son dos conceptos que han caminado indisolublemente a lo largo de la historia moderna. Es verdad que siempre ha habido pobres, sin embargo, la modernidad produce un nuevo tipo de pobreza: pobres por atraso, a quienes el “progreso” va dejando atrás; y pobres por modernización, quienes son “producidos” por el propio desarrollo. Atrás queda un conjunto de población sometida a la pobreza y adelante se producen nuevos pobres.
Las medidas de superación de la pobreza en uno y otro caso serán claramente diferentes. Este número de Temas Sociales, quisiera presentar una reflexión conceptual en torno a este tema. El artículo analiza las principales tendencias en el tratamiento de la pobreza moderna o pobreza de los modernos. Se afirma que las tres tendencias más importantes son la heterogeneidad, la internacionalización y la privatización de la pobreza. La tendencia de los procesos de modernización es a provocar una creciente heterogeneidad en las situaciones de pobreza. Al mismo tiempo la pobreza moderna, tiende a ubicarse en todas partes del mundo, a ser consubstancial con el desarrollo. Se produce también una tendencia hacia la privatización de las políticas sociales, perdida de la responsabilidad social y creciente aparición de la responsabilidad individual. De estas tres tendencias, heterogeneidad, internacionalización y privatización, surge una nueva categoría social de “pobres” que tienden a afirmar su identidad en la carencia y hacen del “testimonio” la base de su discurso.
El actual discurso modernizador, tiende a reemplazar de los antiguos actores sociales populares, por definición entendidos como sujetos con propuestas especificas ( obreros, campesinos, etc.) por una categoría genérica de “pobres”, basada en la carencia, que existe en todas partes (Internacional) y en forma estable y cuya responsabilidad sería asunto de cada individuo. Esta es una tendencia a la disolución en el mercado de los actores colectivos.

1. HETEROGENEIDAD DE LA POBREZA

La pobreza en un concepto relativo por definición. Es un observador externo el que determina las carencias de un grupo humano, sector, o territorio. Hay una pobreza absoluta que tiene relación con la carencia de los medios básicos para sobrevivir. Salvo situaciones extremas, al hablar de pobreza no se está refiriendo a ese nivel sino a la pobreza relativa. A medida que existe crecimiento económico, acceso a nuevos bienes y servicios, modernización de las relaciones económicas y sociales, las carencias se vuelven complejas y la pobreza se hace más heterogénea. Seguramente en el siglo diecinueve todos los “pobres” eran mas parecidos entre sí, la pobreza era más homogénea. Hoy en día hay pobres que sobreviven en medio de la modernidad y otros que no la conocen.
Hay áreas de pobreza tradicional donde el crecimiento económico, por si solo, no suele llegar. Están quedan estancadas, suspendidas en el tiempo, no tiene ni servicios, ni bienes materiales modernos. Muchas veces el mayor efecto es la migración de los jóvenes hacia áreas más modernizadas. Sin embargo, las consecuencias de la pobreza moderna, no llegan hasta estos apartados lugares en forma tan extrema. Muchas veces a pesar de la miseria material se conservan formas antiguas de convivencia y sociabilidad, que permiten sostener una calidad de vida que ya se quisieran quienes sufren los efectos directos de la modernidad. (Ver Temas Sociales 1).
Hay áreas donde el desarrollo deja actividades productivas obsoletas; por ejemplo, el caso del carbón: una sociedad, una cultura, construida en torno a la producción carbonífera, observa como sus conocimientos, técnicas y productos no tienen valor en el presente. Junto a la pobreza objetiva producto de la desvalorización de la actividad se encuentra la desvalorización social y cultural, el sentimiento subjetivo de perdida.
La pobreza moderna, producto de la modernización es diferente. Es un mundo heterogéneo, donde conviven numerosos sectores. Por ejemplo, existe un sector de “pobres modernos” que son insensibles a los efectos de las políticas sociales, el aumento de plazas en el mercado de trabajo, incluso el crecimiento económico. “Pobreza dura” podría denominarse. Es una línea sutil que los separa de otros sectores igualmente pobres. Son personas y familias que han sido antecedidas muchas veces por generaciones con reiteradas experiencias frustradas de integración social. Se transformaron con el tiempo en un tipo de “subcultura de la pobreza”, como señalo Oscar Lewis. Poseen fuerte identidad. Muchas veces hablan un lenguaje propio, ininteligible para los que no pertenecen al grupo, suelen menospreciar a los “integrados” al sistema. Tienen orgullo de ser marginales. Mundo muy difícil de comprender para el observador externo. Son la gente que “perdió la esperanza“ y se rearticuló en la simple supervivencia.
También existe la pobreza que es “sensible” a las políticas sociales, a las variaciones en el empleo, a los planes de capacitación, a los aumentos en los salarios, en fin a las políticas económicas. Es mucha gente la que esta en esta situación. Es gente que busca una oportunidad. Las investigaciones realizadas por Javier Martínez, de SUR Profesionales, acerca de la “dignidad de los pobres” muestran que este enorme conjunto de personas no quiere ser pobre, no quieren identificarse con la pobreza. Quieren y buscan distinguirse del grupo anterior de los pobres permanentes; quieren que sus poblaciones sean bien consideradas, seguras, quieren el progreso, quieren vivir bien; están dispuestos a realizar todos los esfuerzos, ahorros incluso, para ello. Es un sector de pobreza que busca la integración al sistema, que confía en las posibilidades de movilidad.
Es necesario constatar que el crecimiento económico actual es desigual, provoca desequilibrios, es productor de pobres. Diferentes a los que quedaron rezagados en los pueblos, caseríos y campos apartados. En las ciudades principalmente surgen de la atracción producida por la modernización urbana, y también, y de modo creciente, por el deterioro de los medios urbanos. Es la pobreza urbana.
Las mujeres que trabajan realizando las terminaciones de las prendas de vestir que se exportan, son un ejemplo concreto y cada vez más masivos de las características de la actual pobreza moderna urbana.
La modernidad, sin embargo, si combina con la tradicionalidad. Muchas veces se nutre de ella. Por ello la pobreza moderna no es solo monopolio urbano. Lo prueban los villorrios ligados a las actividades agrícolas exportadoras o a las faenas mineras. Es pobreza asalariada, a diferencia de lo tradicional que es pobreza de autosubsistencia. Pero las remuneraciones o son muy malas o las faenas son solo de temporada. Es la pobreza moderna no urbana.
La heterogeneidad de la pobreza es cada vez mayor. Hay diversos tipos o sectores de pobreza tradicional. Y hay también una diversidad de pobreza moderna. Ya no se puede dividir la pobreza entre urbana y rural, ya que hay cruzamientos mucho más complejos. Esta es una nueva situación que ocurre en muchos países.
Se podría postular que mientras más acelerado sea el crecimiento económico, se irán produciendo situaciones de pobreza más diferenciadas. La superación de la pobreza requerirá, por lo tanto, un cuidado un cuidador mayor en el tipo de desarrollo. Es un cuidado de la gente, de las personas, de la población.
Es necesario tener presente estas consideraciones a la hora del ingreso de las economías latinoamericanas y chilena, es especial, a los sistemas de libre comercio, el NAFTA, el Mercosur, etc. En un probable mayor dinamismo económico habrá mayor heterogeneidad y desequilibrios, y sin duda, mas pobreza junto a la riqueza. Es función del Estado prever estas consecuencias y velar por el bien común de los ciudadanos. De todos.

2. LA INTERNACIONALIZACION DE LA POBREZA.

La pobreza es un tema internacional emergente. En todos los países se habla del asunto. Los organismos internacionales se especializan en ello.
Las razones de esta reemergencia, de la preocupación por la pobreza parecieran ser muchas. Entre éstas parecieran ser muchas. Entre éstas pareciera interesante explorar una constatación. Me parece una explicación del porque la pobreza se ha repuesto en la escena mundial en la actualidad.
El desarrollo capitalista, lo sabemos, se levanto como una solución contra la pobreza de las grandes masas medievales atacadas por las hambrunas cíclicas. Los grandes sacrificios a que fueron llamados los pueblos, se hicieron en función de consolidar un estado de bienestar generalizado cuyo fin último consistía en la erradicación de la pobreza. Como ello no ocurriera, rápidamente Marx y los socialistas señalaron que la causa se encontraba en la aprobación privada de la riqueza. Socializando las fuerzas de producción se lograría rápidamente llegar a la era de la abundancia, el reparto equitativo y por ende al fin de la miseria.
Capitalistas, liberales, socialistas y comunistas, durante décadas confiaron en la posibilidad histórica de resolver los problemas de la pobreza. El “desarrollo” implicaba necesariamente la “superación de la pobreza”.
Esta afirmación hoy día no es verdadera. El crecimiento económico, el llamado vulgarmente desarrollo no implica necesariamente, la superación de la pobreza. No hay una relación de causalidad, de necesidad, entre crecimiento, desarrollo y eliminación de la pobreza.
La prueba de ello esta en la experiencia de los países desarrollados. Hasta los años cincuenta en Estados Unidos se podía sostener, sin grandes polémicas, que el crecimiento económico implicaría tarde o temprano la superación de la pobreza. Se hablaba de “bolsones de pobreza” producto principalmente del atraso. Eran las áreas de población negra campesina, sobre todo en el sur, las que se mantenían rezagadas en la miseria. Se le agregaban otras áreas de carácter urbano a donde esos mismos pobres habían migrado: el Harlem neoyorquino y otros ámbitos específicos e identificados. Esto cambió a partir de los setenta. La pobreza se ha generalizado en los países desarrollados. Ya no es pobreza por atraso solamente, sino principalmente, pobreza por modernidad. El desarrollo allí también produce pobres.
J. Galbraith en su ensayo reciente “La República de los satisfechos”, muestra la necesidad existente en los países desarrollados de que existan personas pobres, nuevos pobres. En especial la necesidad de los migrantes de países pobres. Muestra con claridad que hay una serie de oficios en los cuales los “nativos” no se ocupan, por no ser fuente de prestigio social, por ser rutinarios o por exigir mucho desgaste físico. Señala que en Estados Unidos los primeros en ocupar esos puestos fueron los irlandeses. Le siguieron las oleadas migratorias italianas y europeas. Continuo con la migración de los negros del sur. Señala que Detroit se transformo en unas décadas en una ciudad de raza negra. Y la creciente integración de los norteamericanos de color, condujo a la migración de latinos que fueron ocupando los puestos de servicio de menores niveles de productividad y, por tanto, de salarios más bajos. Galbraith se pregunta si es inexorable esta situación.
El desarrollo de grandes partes del mundo se lo ve hoy día como un gran fracaso. África es sin duda el caso más evidente. Desde los años de la descolonización en los cincuenta, se han realizado todo tipo de planes para desarrollar esos países. Hoy por hoy sufren una situación de extrema miseria, aún mayor que en esa época.
Las hambrunas son mayores y como se ha visto recientemente son poblaciones enormes sometidas a condiciones infrahumanas de existencia. En vez de desarrollarse se infradesarrollan. De América Latina se podría decir otro tanto. A pesar de la llamada “década perdida”, el continente muestra altas tasas de crecimiento desde la Segunda Guerra Mundial a la fecha. Sin embargo, y a pesar de guarismos estadísticos, existe conciencia de que la pobreza en lugar de disminuir, se incrementa.
Con la excepción siempre señalada de los “felinos” del Pacifico que se nutren, también, de la pobreza de sus hinterlands subdesarrollados, el resto del mundo está sometido a la misma dura realidad. La capa de seguridad que habían implantado los Estados protectores socialistas sobre partes de su población, se derrumbó dejando a la vista la existencia de grandes masas pauperizadas en los países del Este.
China crece a expensas de expulsar a los caminos, literalmente, a gigantescas masas de desplazados. Son campesinos que anteriormente se encontraban con algún grado de protección al interior de las “comunas populares”, disueltas en los últimos años en el proceso de “privatización” de la economía rural. El comercio informal en China puede llegar a cifras inimaginables en los próximos años, como forma de supervivencia de las poblaciones desplazadas producto del quiebre de la economía planificada.
El mundo está paralogizado con esta constatación: el desarrollo actual no conduce al desarrollo de todos. Se teme que se deberá convivir con la pobreza, como un mal necesario y permanente. Junto con declarar el “fin de la historia”, los modernos deben reconocer el fin de la esperanza, de la utopía de la igualdad y la fraternidad entre los seres humanos, cuna tanto de las ideologías socialistas como de las capitalistas, en especial liberales modernas.
No sirven, a modo de explicación, las teorías añejas acerca de la inevitabilidad de la acumulación en pocas manos de la riqueza social. Hay que reconocer que hay un cambio. Un cambio en la percepción. Un cambio en la conciencia y en la cultura, producto de la internacionalización del fenómeno de la pobreza.

3. LA PRIVATIZACIÓN DE LA POBREZA.

Volvemos a las antiguas teorías y practicas de la caridad. En la antigüedad los pobres eran parte del paisaje social. En toda sociedad los había. Se les denominaba menesterosos, limosneros, mendigos, se reunían a la salida de las Iglesias, en las “puertas” de las ciudades.
La piedad y la horca es el nombre de un gran libro acerca de la historia de la pobreza en occidente. Los pobres eran tratados con estas dos varas: la horca para los pobres que se salían de los marcos debidos de la mendicidad pasiva; la piedad, sentimiento generoso de los ricos, para los pobres que se mantenían en ese marco.
“El pavor hacia los vagabundos y hacia los indigentes en los países de la Europa moderna constituía a veces el argumento para justificar las actividades caritativas, pero, con mas frecuencia, suponía un pretexto para emprender acciones de represión y aislamiento” (B. Geremek, Historia de la miseria y la caridad en Europa).
Por siglos y siglos los pobres estuvieron a cargo de la piedad, de los piadosos, de los frailes que buscaban la perfección en el contacto, con los desheredados de este mundo. La antigua filantropía religiosa también hizo laica. De los conventos paso a los hombres de buena voluntad, filántropos. En Chile fue un movimiento de gran importancia en el siglo pasado y en especial a comienzos de este. Temor a la pobreza, reverencia de la pobreza, piedad como resultante de ambas direcciones encontradas.
Fue una lucha muy larga la de los pobres el convertirse en sujetos sociales, en obreros, en proletarios, en campesinos. Fue una lucha muy larga para desprivatizar la pobreza por transformarla en una responsabilidad social. La gran lucha por la vivienda obrera consistió, por ejemplo, en transformar la creencia de que aquello era un asunto particular que le competía a cada familia y transformarlo en un asunto social que le compete al estado.
La “piedad” fue expulsada del paraíso. Se desacreditó a la caridad. Se la denominó peyorativamente "asistencialismo", "compasión", "paternalismo". Incluso se llegó a señalar que dar una limosna era una maldad ya que reproducía la miseria del pobre, lo envilecía.
El Papa Paulo VI fue a las Naciones Unidas, en plena era de los años sesenta, y sostuvo que el nuevo nombre de la caridad era “el desarrollo”.
En los últimos veinte años ha ido cambiando la mirada de los hombres sobre su sociedad. Se ha ido produciendo un cambio de mentalidad cada vez mas profundo. Surge de la convicción que el Estado de Bienestar, tanto capitalista como socialista no es posible. Se han derrumbado los dos muros. El del socialismo, simbolizado en Berlín, como es evidente para todos y el de la utopía capitalista, de manera no tan evidente. El capitalismo se ha convertido en el régimen dominante, no cabe duda, pero ha perdido su utopía central: la esperanza de poder otorgar bienestar a todos los que participan en él. Incluso en los países desarrollados esta utopía se está derrumbando. El liberalismo pierde su fuerza creadora y se transforma sólo en ideología de restauración.
Las consecuencias de este cambio de mentalidad la conocemos. Se privatiza la producción. Se considera que los privados son más eficientes. Se privatiza crecientemente la “reproducción”. Los sistemas de reproducción, como la educación, la vivienda, la alimentación, la salud, en fin, todo aquello que permite que se reproduzca la población, vuelven a su espacio “normal”. Al mundo privado. Se transforma así el carácter social de la reproducción.
Lo último que queda es, por lo tanto, la privatización de la pobreza. La responsabilidad de los pobres reside en ellos mismos y las decisiones que tomen los privados movidos por la piedad, el altruismo o la solidaridad.
No es que estemos necesariamente en contra de la solidaridad individual y la acción de los privados, en el ámbito de la superación de la pobreza. Es fundamental y necesario. Pero es preciso llamar la atención sobre el fenómeno ya que puede conducir a la supresión de la responsabilidad social. Nos encontramos ante un proceso concomitante.
Privatización de la economía en el ámbito productivo y reproductivo y surgimiento de una nueva filantropía, de un nuevo sistema de hacer el bien. Nos enfrentaremos en los próximos años al resurgimiento de las “fundaciones” de los entes privados encargados de hacer obras y acciones en favor de los pobres.
La nueva pobreza privatizada es, sin embargo, muy diferente a ala antigua, lleva la marca de la frustración. Es una pobreza de personas que fueron convocadas a la igualdad, la democracia y la fraternidad. Que vieron la oportunidad de acceder a la modernidad y frustraron su intento. Es por ello que existe en el mundo moderno una “conciencia de la pobreza” diferente a la antigua. Es muchas veces una “mala conciencia”, un sentimiento cultural de derrota. Los pobres interpelan al éxito económico, lo relativizan. Aunque no tengan alternativas políticas que ofrecer, ponen un manto de duda sobre la estabilidad del sistema, acerca de su eficacia y perdurabilidad.

4. LA POBREZA COMO CATEGORÍA LIMITE

Los pobres también se privatizan. Se convierten en una categoría. Es una categoría social definida por la carencia. La aparición de esta categoría definida por la carencia se produce como efecto del quiebre de las argumentaciones. Se percibe crecientemente que de nada sirve plantear el problema de la pobreza frente a las categorías insensibles de la economía. La ciencia económica, en las ultimas décadas se ha desplazado desde el ámbito de las ciencias humanas y sociales, incorporándose crecientemente en las ciencias antiguamente denominadas exactas. Parecieran tener reglas propias, independientes de las necesidades humanas que le dan sentido y explicación. Es por ello que el diálogo se dificulta.
Vivimos un tiempo en que la razón pierde su potencia, se debilita, se ofusca. La categoría de pobre es el triunfo de la disolución de los sujetos sociales, de los actores, de los movimientos sociales dotados de propuesta y personalidad. Es el triunfo de la carencia. La nada transformada en absoluto, sin tiempo, sin esperanza, sin relación con la historia. Una definición a través de lo que no se tiene.

5. EL TESTIMONIO COMO ARGUMENTO DE LOS POBRES.

El discurso de los pobres es, por lo tanto, el testimonio. Las personas requieren de identidad, tanto así que aquellos que tienen solo carencias, están adquiriendo la identidad negativa. No se identifican por lo que hacen, sino por lo que no hacen.
Ha sido la característica también de la pobreza en la antigüedad. El pobre que solicitaba limosna a la salida de las iglesias, debía mostrar con expresividad las causas de su pobreza. Testimoniaba con su dolencia. Llamada a la conmiseración. Hoy en el discurso es diferente, aunque se basa en el mismo principio: llamado de atención, expresión testimonial de la carencia.
Se entrega muchas veces, el testimonio con dignidad y honor. A veces con violencia vamos a empezar una época terrible en la que el argumento racional no va a ser mas valorado. Se piensa cada vez mas a menudo. ¿De qué sirve el argumento?. Solo se obtiene un nuevo contraargumento. Es tu opinión contra la mía. En cambio, el testimonio es irrebatible. Yo no puedo decir que no es verdad. Puedo quedarme callado frente a un ordenamiento a todas luces interesado de los datos, pero no puedo negarlos, porque no lo conozco, porque el testigo testimonia con su vida.
En el caso de la pobreza es evidente. La reflexión racional, como se ha visto, no ha servido de mucho. Muy poco influye en el ámbito socio cultural. El caso de Rwanda es un buen ejemplo. Solo reaccionó el mundo cuando “vio” el hambre en las pantallas de televisión. Habían sido escritos numerosos informes por parte de Naciones Unidas. No había reaccionado occidente. El testimonio en las pantallas de televisión es muchas veces el único argumento.
Algo trágicamente parecido ha ocurrido este año que termina en Chile (1994), con los mineros del carbón. Su ingreso testimonial y suicida al fondo de la mina fue más evidente que numerosos discursos, diagnósticos y argumentos.
El pobre sólo muestra su pobreza. Su discurso es el testimonio con dignidad y honor.

6. LA PIEDAD, LA HORCA, O LA JUSTICIA.

El gran desafío d este tiempo es juntar el discurso microeconómico de la superación de la pobreza. Con el discurso macroeconómico del desarrollo de la economía. Porque se habla de eliminar la miseria, pero nada se dice de lo que se va a hacer coherentemente en la conducción de la economía mayor, de los grandes números, de los recursos, de la distribución, de los salarios, de los ingresos de la gente pobre. Allí reside el desafío: superar la actual esquizofrenia.
Sería lamentablemente que el trabajo por superar la pobreza fuera entregado exclusivamente a los privados; o a la policía, cuando sus acciones sean insuficientes. Los privados tienen grandes responsabilidades: deben tomar iniciativas en todos los terrenos. Debe haber un marco adecuado para que los pobres puedan surgir por sus propios medios, sin requerir de la piedad de nadie.
Sería una ofensa a los pobres ¾y al país en¾ que el trabajo por superar la pobreza se transformará exclusivamente en un elemento comunicacional. Que no hubiese recursos, y que quedara en las palabras. Que no se atacaran los aspectos fundamentales que se producen y reproducen la pobreza.
Primero. Si el país quiere acabar con la pobreza debe necesariamente realizar un esfuerzo de pensamiento, de creatividad. Establecer una relación entre desarrollo y riqueza y entre crecimiento y pobreza. Se debe analizar el tipo de desarrollo que se quiere tener, el ritmo de crecimiento del país, el tipo de distribución territorial, en fin, el efecto de la economía sobre las personas. Esto implica necesariamente analizar los niveles o tasas de ganancia, los tiempos de retorno del capital, los impuestos, los salarios, las condiciones de trabajo, la responsabilidad de las empresas en el desarrollo, en su entorno físico, habitacional, ambiental. Implica, en fin, establecer en un gran debate nacional de donde van a salir los recursos para superar la pobreza. De lo contrario el discurso puede quedar vacío y volverse como en el “ aprendiz de brujo” contra sus propios encantadores.
Segundo ¾y como consecuencia de lo anterior¾ se debe ver que tras la pobreza en cada caso. No más pobreza a secas: hay pobres y pobres. "La pobreza" es una generalización absurda y de consecuencias imprevisibles. No es una entelequía, una categoría surgida de la carencia abstracta.
El país, esta sociedad, no pude caer en el irracionalismo absoluto. No puede usar como categoría de análisis lo carente de todo. Cada cosa vale por lo que es. La pobreza rural del secano costero, se llama desde siempre, "campesinado". Hay que tener políticas hacia el "campesinado". Hay que decir si esta sociedad quiere mantener el "campesinado" o quiere eliminarlo. Esa es una pregunta seria y racional. Decir que se quiere eliminar la pobreza del secano costero es una generalidad sin contenido. Se la elimina, y así se está haciendo, plantando pinos, secando las vertientes, comprando las tierras de los campesinos y enviándolos a vivir a poblaciones callampas como la que hay en los cerros de Constitución, antiguo balneario de la Provincia de Talca, y hoy capital de la pobreza forestal producida por la riqueza de la celulosa.
En muchos casos se acabará con la pobreza y con los pobres. Si se quiere superar la pobreza en Chiloé es necesario saber si se va a acabar con la cultura chilota y con los chilotes. Es bueno decirlo y saberlo. Es un derecho humano de la gente que allí vive. Lo mismo se podría decir para la pobreza indígena, que posee historia, personalidad propia y derechos.
Si se va a acabar con la pobreza de Tirúa, por ejemplo, hay que hablar de “reconversión”. Porque las tierras del Fundo El Canelo, donde trabajan sembrando papas y hortalizas una buena cantidad de tiruanos, fue comprada por Volterra (empresa forestal japonesa), y plantada en eucaliptos, arboles que crecen solos, que no necesitan ser trabajados, que no requieren casi mano de obra porque están “sembrados” de tal suerte que se los “cosecha” con una maquina sin requerir demasiada gente. Nada de esa riqueza quedará en Tirúa.
Tercero. La sociedad debe abrir espacios a los pobres, para que prosperen mediante su propio esfuerzo, esa es una obligación del Estado. Esto significa democratizar la sociedad Chilena que aún mantiene fuertes rasgos oligárquicos. Mucha gente pobre tiene capacidades, se ha educado, y por su condición misma, se le limitan las oportunidades.
Democratizar el acceso a los conocimientos es el primer paso. La apertura de los espacios educativos al conjunto de población y el mejoramiento de su calidad es un ámbito de políticas que al estado le cabe desarrollar, junto a los privados que son los principales interesados.
Democratizar la economía, es el segundo paso para la superación de la pobreza. La dictación de leyes normativas que permitan limitar el carácter concentrador de las actividades económicas, esta en el meollo del problema de la relación entre crecimiento y desarrollo del país. Por ejemplo, la promoción y el fomento de la mediana, pequeña y microempresa, debería ser el objetivo principal de un programa de gobierno de verdadero carácter nacional (Ver Temas Sociales 2).
Democratizar el acceso al trabajo. Aún no existe un mercado de trabajo transparente en Chile. No hay información, no hay regulación, no hay en muchos casos condiciones de trabajo decentes. Esto conduce a que cada submercado de trabajo se comporte en forma desigual. Las empresas forestales funcionan con contratistas, en condiciones increíbles de explotación, inseguridad y de ausencia total de oportunidades de capacitación, entre otros. Las actividades fruticolas tan importantes en la nueva economía chilena, no marchan tampoco hacia la contratación de mercados de trabajo dignos, capacitados, salvo pequeñas excepciones. Algunas ramas industriales quizá, tratan de construir sus propios mercados de trabajo ya que sus requerimientos de personal calificado son mayores.
La superación de la pobreza pasa, a lo menos, por plantearse seriamente estos tres niveles señalados. Unir lo macroeconómico con lo microeconómico en un esfuerzo creativo que no fundamente el desarrollo armónico del país, es un “espontaneo chorreo”. Mas de una década de crecimiento sostenido de la economía chilena, muestra que las cifras proporcionales de la distribución de los ingresos no se modifica. En segundo lugar es preciso que se adopte con claridad la opción de que el desarrollo pueda tener un mayor equilibrio territorial. Que se respete la diversidad de espacios que existe en el territorio y sociedad nacional. Que el desarrollo pueda tener ritmos diferenciados que pueda haber respeto por las identidades particulares de determinados sectores sociales del país. Y tercero, tener en cuenta que la superación de la pobreza pasa por democratizar la sociedad abriendo oportunidades. Este es un asunto de justicia.
En este 1995 que se inicia, miramos el futuro con esperanza y con angustia. Esperanza porque es posible y entusiasmante tratar, a lo menos, de superar la pobreza de aquí al final del siglo. Con angustia, porque todo puede ser mentira. La voluntad puede ser falsa, la globalidad del fenómeno parcializada y la realidad de las cosas mistificada. Frente a la expectativa de un futuro con modernidad no quisiéramos encontrar una sociedad escindida donde una enorme proporción de pobres deba ser considerada un mal necesario del progreso.

No hay comentarios: